Tomando un baño de sol en la Plaza de Armas de esta comarca ayacuchana; el silencio imperioso así como la paz reinante, invitan a la reflexión de vez en cuando. Ni hablar al respecto cuando alguien se dirige a las chacras periféricas en donde tan solo se escuchan los sonidos del viento peinando los árboles de molle.
Vista lateral de la Torre Ccecca, antigua edificación del cual no se dispone de información exacta acerca del año en el que fue erigido.
Torre Ccecca vista desde el interior del recinto cural, al frente el colegio primario. En estas temporadas reina una perturbadora soledad y solamente, de vez en cuando, se avista a algún comunero rumbo a sus quehaceres habituales.
Iniciando el viaje de regreso bajo el fuerte sol golpeando los rostros y con los frescos y acogedores molles despidiendo a los visitantes a la salida del pueblo.
A pesar que todo el trayecto es de continuo descenso (menos mal, Señor...), la travesía para las personas que no están acostumbradas a caminar por estos lugares, se torna bastante fatigosa; sin agua para paliar la sed -y sin tiendas a la vista-, emprenden la caminata, contritos y meditando porqué se animaron a aventurarse por estos parajes.
Toma fotográfica que muestra en los rostros -y en los cuerpos también- los estragos producidos por la fatigosa caminata; efectuar el recorrido, a través del camino vecinal, bajo el candente sol serrano de Septiembre los pone en un estado casi de shock, resignados, reposan un momento para darle un descanso a los pulmones y reemprender la travesía.
Fotos: Hipólito Espinoza García
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