Los viajeros que llegaban por el camino de herradura, cansados pero firmes en su empeño, bajaban a Cabana Sur, y cerquita, casi al lado, pasando el panteón, pasaban por el antiguo pueblo de Aucará; esta vez, con mayor brío y alegría proseguían la caminata, la temperatura ya era más agradable, propia de la región quechua y porque habían frutas que uno podía tomar a lo largo del camino. Desde Aucará, el camino toma tres direcciones: una, en dirección al lado derecho, se dirige hacia el pueblo del cronista indio Guamán Poma, Sondondo (San Cristóbal de Suntunto), otra, en dirección al lado izquierdo, permite conocer Chacralla, Pampamarca, Orccosa, Mayo Luren y otros y , finalmente, una hacia el centro, mediante el cual se llega a Ccecca, Ishua, Huaycahuacho, Huacaña, Chuschama y Querobamba, a esta última ciudad se llegaba desde Puquio después de 4 días de agotadora marcha según narra el amigo Hilario Puma.
Cruzando el puente Huasapampa (todavía de madera), los comuneros ishuanos ya tenían la certeza de que en una hora estarían al lado de los familiares queridos, saboreando tunas deliciosas y comiendo choclito tierno con queso acompañado por arenosas papitas amarillas. La llegada de cualquier visitante era todo un acontecimiento, desde allí proviene la costumbre de visitar a los viajeros llevándoles algo de maíz, charqui, queso, mientras a su vez reciben pan, algo de azúcar, arroz, etc.
Aquellos que regresaban al terruño adorado después de varios años en otras tierras y entre otras gentes, al cabo de unos días ya no querían alejarse otra vez del pueblo; con qué alegría participaban en la siembra o cosecha según sea el caso, con qué entusiasmo se iban a las alturas para ver sus vaquitas, sus toritos, sus sembríos de habas, papas, ocas, hasta el ichu les parecía un jardín celestial. La alegría de saber que los llamaban "Jari" por haber estado al otro lado del mundo no tenía parangón; niños preguntando, si es que era cierto, que las casas de la capital llegaban hasta el cielo; si era verdad, que los ríos eran tan grandes que no tenían fin -el mar-; si en verdad, la gente viajaba en inmensos cóndores de metal, etc., muchas preguntas, tantas, que frecuentemente, se iban a sus chacras a hablar solitos - consigo mismo -, sobre todo lo acaecido.
Pero la vida es cruel, muchas veces por necesidades o en la búsqueda de mejores horizontes, tenían que volver a empacar sus cosas y retornar hacia la capital; aquí venía otra tragedia: los famosos "despachos" con arpa y violín eran muy sentidos y hasta el más macho soltaba sus lagrimones de tan sólo pensar que a la madrugada siguiente estaría cuesta arriba otra vez. Los paisanos, llorando a mares en su interior, durante la subida hacia las alturas que conducen a Puquio, a lo lejos veían cómo, poquito a poco, su comunidad querida se iba desvaneciendo con cada paso que daban, mientras, la pena que embargaba a los padres y hermanos que se quedaron en el pueblo era mucho mayor. Por eso, llegando al lugar desde donde se divisaba a su tierra por última vez, la palabra "Llajta", cobraba singular dimensión.
El éxodo continúa hasta hoy; esta vez ya no hacia Lima sino, hacia otras tierras, de costumbres y comidas extrañas; sólo pensando, que su sacrificio vale la pena porque ayudarán a sus padres y hermanos que se quedan en la patria, es que se hace más soportable la terrible soledad ¿Porqué será, que la vida siempre da vueltas y más vueltas como una noria?
1 comentario:
como en los tiempos de nuestros abuelos y padres, muchos tuvieron q salir de nuestro amado pueblo hacia la capital, hoy nos toca a nosostros los majtas a salir a otros continentes ya q la realidad economica de nuestro pais nos empuja a hacerlo, miramos como ayer desde las alturas de cabana nuestro pueblo ishua y la nostalgia nos embarga por dejar nuestro pueblo con la esperanza de algun dia volver, desde madrid españa con todo el corazon y el alma por ISHUA nuestra tierra donde nacimos y crecimos.
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