Todos se adaptan lo mejor que pueden en el escenario y, aún a pesar de estar en medio de las chacras cubiertas de rocas diversas, utilizan algunas piedras o algunas ramas para servir de apoyo o asiento.
Los caballeros no se acomodan -pues literalmente hablando-, se derrumban donde pueden y esperan la bebida refrescante o reconfortante, según sea el caso.
Previamente algunos colaboradores han preparado la tradicional ramada para recibir a los comuneros de la faena; observen que el trabajo comunal es tomado, no como una carga, sino como una fiesta en sí. Hasta los perros del pueblo dejan de lado sus rencillas habituales y acompañan fielmente a sus dueños.
Grato ambiente de esparcimiento reina en medio de la dura tarea realizada por estos comuneros.
A un costado, las cocineras esperan la respectiva orden para empezar a repartir el potaje preparado para la ocasión (tremenda olla el que se aprecia...).
Después del "rico combo", empieza -para algunos- la terrible espera del castigo por la tardanza en acudir a trabajar; el señor que se encuentra al lado del castigado presente medita acerca lo que se le viene (ahora, pues...)
Y es que en cuestiones de trabajo y orden comunal, no hay excusas ni favoritismos...
Uno por uno van desfilando ante el ejecutor de la llamada de atención...
** Fotos: Irineo Sulca S.
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